Durante años, la fibromialgia fue una gran desconocida, incluso dentro del mundo médico.
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Las personas que la sufrían —en su gran mayoría mujeres— recorrían consultorio tras consultorio buscando una respuesta a lo que les pasaba. Pero salían con lo mismo: una fórmula para dormir, un consejo para hacer ejercicio, una derivación al psicólogo o, lo más doloroso, un “no tienes nada”.
Y no. No era “nada”… Era fibromialgia.
¿Qué es la fibromialgia?
La fibromialgia es un trastorno complejo del procesamiento del dolor.
A diferencia de otras enfermedades que se pueden ver en una radiografía o se detectan con uun exámen de laboratorio, la fibromialgia no deja huellas visibles en el cuerpo.
Pero eso no significa que no esté allí.
FIBROMIALGIA
¿Por qué duele tanto?
El principal problema está en cómo el sistema nervioso interpreta las señales del cuerpo.
Es como si el cerebro tuviera el “volumen del dolor” permanentemente alto, amplificando sensaciones normales hasta convertirlas en dolorosas.
Lo que para otra persona puede ser un roce, para alguien con fibromialgia puede sentirse como una quemadura.
Lo que para alguien es una jornada común, para nosotras es una carga física agotadora que nos deja en cama varios días.
Los síntomas más comunes incluyen:
- Dolor generalizado en músculos, articulaciones y tejidos blandos
- Fatiga intensa, que no mejora ni con horas de sueño
- Trastornos del sueño (insomnio, sueño no reparador, despertares frecuentes)
- Dificultades cognitivas, como problemas de memoria, concentración o confusión mental (“fibroniebla”)
- Rigidez matutina
- Trastornos digestivos como colon irritable
- Mayor sensibilidad al frío, al calor, al ruido, a los olores
- Ansiedad y/o depresión como consecuencias del dolor crónico
Y lo más desconcertante es que todos estos síntomas pueden variar de un día a otro, incluso de una hora a otra, lo que genera frustración tanto en quienes la viven como en quienes las rodean.
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¿Por qué cuesta tanto que nos crean?
Porque lo invisible se subestima.
Porque lo que no se puede medir con una máquina, parece no existir.
Porque estamos en una sociedad que espera que el dolor venga con una fractura, con una herida, con una causa “objetiva”.
Y cuando esa causa no aparece, la sospecha cae sobre nosotras: “Estás somatizando”, “seguro es el estrés”, “necesitas distraerte”, “eso es porque no haces ejercicio”, “tienes que ponerle más ganas”.
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Pero el dolor no es un acto de voluntad. La fibromialgia no es flojera, ni debilidad, ni hipocondría.
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Es una enfermedad reconocida por la OMS desde 1992. Y, sin embargo, todavía se duda de su existencia. Todavía se ponen en tela de juicio nuestros síntomas. Todavía se nos trata como si estuviéramos inventando.
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Eso no solo duele. Eso lastima.
El impacto de la incredulidad
No basta con tener dolor físico: muchas veces cargamos también con el peso emocional del juicio, la incomprensión y la soledad.
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Muchas mujeres me cuentan que su mayor herida no viene del dolor en el cuerpo, sino del abandono emocional de su entorno.
Parejas que no entienden. Hijos que se frustran. Médicos que minimizan. Jefes que presionan. Amigas que se alejan.
Y con el tiempo, uno empieza a dudar de sí misma.
¿Y si estoy exagerando?
¿Y si de verdad todo está en mi cabeza?
¿Y si no tengo derecho a parar, a descansar, a decir que me duele?
Desde aquí quiero decirte algo muy claro:
No estás loca. No estás sola. No estás inventando.
Tu dolor es real. Tu experiencia es válida. Y mereces ser escuchada, respetada y atendida con dignidad.
La importancia de ponerle nombre
Recibir el diagnóstico de fibromialgia puede ser un momento difícil, pero también liberador.
Porque cuando por fin le pones nombre a lo que te pasa, dejas de pelearte contigo misma.
Entiendes que no es tu culpa.
Que no estás fallando.
Y que, aunque no haya una cura definitiva, sí hay caminos para mejorar, aliviar, cuidarte y recuperar tu calidad de vida.
Con Permiso Para Quejarte
Como Convivir con la Fibromialgia sin Perderte a ti Misma
Lo que necesitamos: conciencia, respeto y humanidad
Hoy, más que nunca, necesitamos cambiar la narrativa sobre la fibromialgia. No es una rareza. No es una moda. No es una excusa.
Es una condición real que afecta profundamente la vida de millones de personas en el mundo.
Y también es una oportunidad para transformar la forma en que hablamos del dolor, de la salud mental, del descanso, de los límites, del autocuidado.
Porque cuando entendemos la fibromialgia, aprendemos a mirar con más compasión no solo a los demás, sino también a nosotras mismas.
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Merecemos ser vistas, escuchadas y creídas. Porque lo que no se ve… también duele.
Y porque la fibromialgia existe. Nosotras también.
Ahora te pregunto a ti… ¿Por que crees que cuesta tanto que nos crean?
Escribe tus opiniones en los comentarios.