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Los síntomas poco conocidos de la fibromialgia (no estás loca)

Durante mucho tiempo pensé que estaba perdiendo la cabeza, no lograba explicar todos los síntomas que tenía.


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No era solo el dolor. Era también esa sensación rara de estar “fuera de mí”, como si mi cuerpo y mi mente no estuvieran del todo sincronizados.

Me olvidaba de palabras comunes en medio de una conversación, los olores fuertes me daban náuseas, la ropa me resultaba insoportable, como si estuviera hecha de agujas. Algunas veces me dolía hasta el sonido del timbre. Y lo más difícil: nadie parecía entenderlo. Ni yo.

Me decían que era estrés. Que me fijaba demasiado en mis síntomas. Que tal vez era ansiedad. Que no tenía nada.

Y sin embargo, ahí estaba yo, tratando de sobrevivir en un cuerpo que reaccionaba con intensidad a cosas tan simples como una luz brillante o el roce de una sábana.

No es tu imaginación: es parte del cuadro

Si estás leyendo esto y algo de lo que acabo de contar te suena familiar, quiero que lo escuches bien: no estás loca. No estás exagerando. Y mucho menos estás sola.

La fibromialgia es una condición mucho más compleja de lo que a veces se nos dice. Y aunque el dolor crónico sea su cara más conocida, hay muchos otros síntomas que forman parte del día a día de quienes convivimos con ella y que no siempre se reconocen. Ni por los demás, ni por algunos profesionales de salud.


FIBROMIALGIA

¿Por qué duele tanto?


Esos síntomas “raros”, los que no salen en los exámenes y los que a veces ni siquiera nos atrevemos a contar por miedo al juicio, también son fibromialgia.

Cuando los sentidos se vuelven una carga

Uno de los aspectos más desconcertantes y difíciles de comprender de la fibromialgia es la hipersensibilidad sensorial.

Para quienes no lo experimentan, puede sonar como una exageración o una reacción sin razón, pero lo que muchos no saben es que es un síntoma real, y uno de los más difíciles de manejar en el día a día.

No se trata simplemente de sentir más dolor, sino de experimentar una distorsión de la realidad a través de los sentidos.

Imagina un día normal: estás en casa, rodeada de los sonidos familiares, las luces suaves de tu habitación, el aroma de tu perfume favorito. Pero para alguien con fibromialgia, todo eso puede convertirse en una fuente de malestar.

La música, que solía ser tu compañera, ahora se convierte en un ruido ensordecedor. El sonido de la calle, el tráfico, el murmullo de las conversaciones, puede ser tan fuerte y penetrante que te resulta casi insoportable.

Un simple timbre de teléfono o el ruido de un microondas puede desencadenar una sobrecarga emocional que te hace querer taparte los oídos y esconderte.

Luces que deslumbran, no iluminan

Las luces, que para la mayoría de las personas son solo una parte del entorno, para quienes viven con fibromialgia pueden convertirse en una molestia constante. Las luces fluorescentes, especialmente, pueden sentirse como si estuvieran en tu cara, parpadeando sin cesar, cegándote incluso en la penumbra.

Las luces de la oficina, la iluminación de un supermercado o incluso la luz de una pantalla durante un rato largo pueden provocarte migrañas intensas, visión borrosa, o un dolor punzante en los ojos.


Esta hipersensibilidad no es solo una cuestión de incomodidad; es una respuesta del sistema nervioso central que está hiperactivado. En lugar de que tu cerebro filtre y discrimine entre lo que está bien y lo que no lo está, todo lo que entra a través de tus sentidos se siente de manera exagerada.

En resumen, es como si el volumen del mundo estuviera al máximo, y no pudieras bajarlo.

Los olores: una amenaza invisible

En muchos casos, algo tan inocente como un perfume puede convertirse en una pesadilla para quienes padecen fibromialgia. La fragancia de una flor, de un detergente o incluso de un ambientador puede desencadenar reacciones inmediatas.

Los olores pueden generar dolor de cabeza, náuseas, o una sensación de mareo y fatiga extrema. Esto puede parecer una reacción exagerada, pero no lo es. Los sentidos están tan alterados que incluso lo más suave puede sentirse como una agresión.

Es por eso que en espacios públicos, como centros comerciales, oficinas o incluso en el hogar de amigos o familiares, las personas con fibromialgia pueden sentirse incómodas o incluso fuera de lugar.

El exceso de olores, perfumes o productos químicos en el aire puede desatar una sensación de incomodidad que va más allá de un simple malestar.

La textura de la ropa: un enemigo invisible

Quizá uno de los aspectos más difíciles de compartir es la incomodidad que genera la ropa. Para una persona sin fibromialgia, la textura de una prenda es algo completamente neutral; puede que una camiseta esté un poco apretada o una tela sea un poco áspera, pero no es un problema.

Sin embargo, para quienes padecen fibromialgia, el roce de la tela contra la piel puede ser tan doloroso como una quemadura.

Los tejidos sintéticos, las costuras que sobresalen, e incluso las etiquetas pueden convertirse en fuentes de irritación. En algunos casos, las prendas más suaves o ligeras pueden parecer como si fueran de hierro en contacto con la piel.

Este fenómeno se llama alodinia, y es una característica común de la fibromialgia. Es cuando la piel reacciona de forma exagerada ante estímulos que normalmente no serían dolorosos.

El simple acto de vestirse, ponerse un abrigo o incluso de acostarse sobre sábanas puede convertirse en un desafío que pocos entienden.

Esto puede afectar enormemente la calidad de vida, ya que las personas con fibromialgia deben estar constantemente ajustando su entorno para evitar estos desencadenantes sensoriales.

Un sistema nervioso sobrecargado

Todo esto no es solo una cuestión de malestar, es una respuesta fisiológica del cuerpo ante lo que el cerebro interpreta como una amenaza.

En el caso de la fibromialgia, el sistema nervioso está sobreactivado. Esto significa que las señales de dolor y otros estímulos sensoriales se amplifican, y la capacidad de filtrar lo que no es relevante o urgente se pierde.


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Esto no solo genera un desgaste físico, sino también emocional. Vivir en un mundo donde cada sonido, cada luz, cada olor y cada tacto es percibido de manera exagerada puede resultar profundamente agotador.

Puede llegar a sentirse como una forma de tortura invisible, algo que no se ve pero que consume energía y paciencia a lo largo del día.

La niebla mental: cuando tu mente no coopera

Otro de los síntomas que más afecta, y que menos se comprende, es la llamada fibro niebla. Es difícil de explicar. No es que no pienses. Es que tu cerebro se siente lento, torpe, como si estuvieras hablando bajo el agua. A veces empiezas una frase y olvidas cómo terminarla. O te quedas mirando un objeto del que sabes perfectamente el nombre, pero no puedes decirlo.

La frustración que produce es inmensa, sobre todo cuando tienes que trabajar, cuidar a otros o simplemente intentar parecer “normal”. Porque desde fuera, todo parece bien. Pero dentro de ti, todo es confuso y agotador.

Tu cuerpo habla en otros idiomas

A veces, parece que el cuerpo no sigue las reglas. Te da señales que no logras comprender, pero lo que es más frustrante es cuando esas señales son ignoradas por los demás. Los síntomas de la fibromialgia no siempre se presentan de manera obvia, y lo que es aún más difícil es que muchos de ellos se confunden con otras condiciones.

Problemas digestivos: más allá del colon irritable

Uno de los síntomas más comunes, pero a menudo malinterpretado, es el malestar digestivo. Muchas personas que viven con fibromialgia experimentan dolor abdominal, hinchazón, estreñimiento, diarrea o cambios en el tránsito intestinal, sin una razón aparente.

Y es común que, al acudir al médico, la respuesta sea simplemente que tienes colon irritable o que tu malestar es el resultado de una mala alimentación, de estrés o incluso de ansiedad.

Sin embargo, estos problemas digestivos no siempre son aislados.

En el contexto de la fibromialgia, son parte de un patrón más grande. Se sabe que las personas con fibromialgia tienen una mayor prevalencia de trastornos gastrointestinales, como el síndrome del intestino irritable (SII), y que la sensibilidad intestinal se intensifica debido a la hipersensibilidad generalizada del sistema nervioso.

Lo que para muchos es solo una “indigestión” o un “cuerpo estresado”, para nosotros puede ser una manifestación de una condición más compleja.

Algunos estudios sugieren que la fibromialgia y el SII pueden compartir mecanismos fisiopatológicos similares, y muchas personas con fibromialgia encuentran alivio al tratar sus problemas digestivos con enfoques específicos.

Es importante no ignorar estos síntomas y buscar una atención médica que considere todos los aspectos de la salud de una persona.

Cambios extremos de temperatura: un cuerpo que no sabe cómo regularse

Otro síntoma que pasa desapercibido en la fibromialgia es la dificultad para regular la temperatura corporal. Si alguna vez te has sentido como si estuvieras atrapada en un ciclo sin fin de frío extremo y calor sofocante, no estás sola.

Es común que las personas con fibromialgia experimenten sensibilidad térmica. Un día, te sientes tan congelada que no puedes dejar de temblar, sin importar cuántas capas de ropa te pongas.

Al siguiente, empiezas a sudar profusamente sin razón aparente, como si estuvieras sufriendo de fiebre, aunque en realidad tu temperatura corporal esté normal.

Este fenómeno está relacionado con el desequilibrio en la regulación autonómica del cuerpo, que puede alterar la capacidad de los vasos sanguíneos para expandirse o contraerse adecuadamente, provocando estos cambios repentinos y extremos de temperatura.

Es un síntoma que, aunque no siempre se reconoce como parte de la fibromialgia, es sumamente común entre quienes la padecen.

Espasmos musculares y calambres: el dolor oculto

Los calambres musculares o los espasmos involuntarios pueden ser otra señal de que el cuerpo no está funcionando como debería. En un momento, puede que estés en la cama, relajada, y de repente un espasmo doloroso te despierta, como si un músculo se hubiera apretado con fuerza.

Esto puede suceder en cualquier parte del cuerpo, y aunque es desconcertante, es una manifestación típica de la fibromialgia.

Estos espasmos pueden ir acompañados de calambres en las piernas, dolor en los hombros o el cuello, y pueden durar desde unos segundos hasta varios minutos. En ocasiones, el dolor puede volverse crónico, como si los músculos nunca se relajaran completamente.

Lo que sucede aquí es que la fibromialgia afecta la forma en que los músculos responden a las señales del cerebro, haciendo que se tensen y contraigan sin control. Este fenómeno puede generar tanto dolor físico como una sensación de debilidad muscular generalizada.

Y lo peor de todo: no siempre es fácil de diagnosticar, porque muchas veces es confundido con otros problemas musculares.

Entumecimiento y hormigueo: señales de alerta

Si alguna vez has experimentado una sensación de entumecimiento o hormigueo en las manos, pies o en otras partes del cuerpo, puede que hayas pensado que era simplemente una mala circulación o que estabas demasiado tiempo en una misma posición.

Pero en el contexto de la fibromialgia, este síntoma tiene un significado distinto.

El entumecimiento y el hormigueo son comunes en la fibromialgia, y pueden estar relacionados con lo que se llama neuropatía periférica, que es una alteración en las fibras nerviosas del cuerpo.

Estos síntomas pueden ser intermitentes o persistentes y pueden generar una sensación de incomodidad y ansiedad. En muchos casos, los médicos no asocian estos síntomas con la fibromialgia, ya que son más comunes en otras condiciones como la diabetes o los trastornos neurológicos.

Sin embargo, en el contexto de la fibromialgia, la sobreestimulación del sistema nervioso puede hacer que el cuerpo reaccione de manera desproporcionada a estímulos leves, produciendo sensaciones como esas de “piernas de gelatina” o “manos de hormigueo”.

Mareos y sensación de inestabilidad

Los mareos o la sensación de inestabilidad también son síntomas poco conocidos, pero muy comunes en las personas con fibromialgia.

A menudo, esta sensación de vértigo no se debe a un problema del oído interno ni a un desequilibrio de presión, sino a una disfunción en la forma en que el cerebro recibe y procesa las señales sensoriales relacionadas con el equilibrio.

Es habitual que las personas con fibromialgia sientan que están a punto de caerse o que el entorno gira sin razón aparente. Esta sensación puede ser debilitante y contribuir a una mayor sensación de ansiedad o fatiga.

Visión borrosa: un síntoma sorprendente

La visión borrosa es otro de esos síntomas que a menudo no se asocian inmediatamente con la fibromialgia. Muchas personas reportan que, después de un día particularmente difícil, su visión se torna borrosa, como si todo estuviera envuelto en una capa de niebla.

Esto no es un simple problema ocular; está relacionado con la forma en que el sistema nervioso de la persona procesa las señales visuales.

Es como si el cerebro estuviera tan sobrecargado que no puede gestionar correctamente los estímulos visuales, provocando esa sensación de visión distorsionada o empañada.

Un cuerpo que grita por atención

Cada uno de estos síntomas es una señal de que el cuerpo está luchando contra una condición compleja. No son “casualidades” ni “cosas de la edad”. Son el lenguaje que tu cuerpo utiliza para comunicar que algo no está funcionando correctamente. Cuando logras entender esto, todo empieza a tener sentido, y lo que parecía confuso o sin explicación comienza a encajar.

Y lo más importante: no estás sola. Muchas personas comparten estos síntomas y están encontrando maneras de vivir con ellos. Así que, si alguna vez te has sentido perdida o incomprendida, quiero que sepas que tu cuerpo tiene una razón para estar hablando en estos “otros idiomas”.

No estás sola, y no estás equivocada

Nombrar lo que sientes es el primer paso. Ponerle palabras al dolor, a la confusión, a esa sensación de estar “mal sin estar enferma” como muchos te han dicho. Porque lo estás viviendo. Porque lo sientes cada día. Y porque no tiene nada que ver con exageración ni con debilidad.


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Sí, cuesta. Cuesta vivir con síntomas que otros no ven. Cuesta tener que explicar lo inexplicable. Cuesta seguir adelante cuando hasta lo más simple puede convertirse en una montaña.

Pero también hay fuerza en ti. Hay un cuerpo que, a pesar de todo, se levanta. Hay una mente que busca respuestas, que no se rinde. Y hay muchas otras mujeres que, como tú, han aprendido a vivir en medio del ruido, del juicio y del dolor.

Esta comunidad que estamos creando —palabra a palabra, historia a historia— es un lugar donde no tenés que defender tu verdad. Acá no hace falta que justifiques lo que sentís. Acá te creemos.

Y por si nadie te lo ha dicho últimamente: no estás sola. Y no, no estás loca. Estás siendo valiente en medio de un camino difícil. Y eso, querida lectora, también merece ser reconocido.

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