Muchas personas piensan que el dolor es algo que se nota. Que si te duele, lo demostrarás con una mueca, con una queja, con una herida visible.
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Pero la fibromialgia desafía todas esas ideas. Porque su dolor está ahí, día tras día… sin moretones, sin fracturas, sin fiebre, sin pruebas que lo confirmen.
Y sin embargo, te atraviesa la vida entera.
Un dolor que habita todo el cuerpo (y toda la vida)
Las personas que convivimos con fibromialgia solemos tener una experiencia común: el dolor no está en un solo lugar, no es constante, no siempre tiene una causa clara. Puede comenzar en los hombros y terminar en las piernas. A veces arde, otras punza, otras se siente como un peso profundo en los músculos.
No es un dolor “normal”. No es el típico dolor de una contractura después del ejercicio. Es un dolor que cansa. Que agota. Que desgasta el alma.
Y lo más difícil es que nunca sabes cómo vas a amanecer. Hay días en los que parece que tu cuerpo se ha rendido: moverse duele, hablar cuesta, incluso sonreír parece un esfuerzo.
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Y hay otros en los que te sientes “más o menos bien”, pero con el miedo de que cualquier mínimo cambio —una mala noche, un poco de estrés, el clima— pueda disparar una nueva crisis.
No es solo dolor físico: es una experiencia multisensorial
Uno de los grandes errores que se cometen al hablar de fibromialgia es pensar que “solo” es dolor.
Pero la realidad es que afecta múltiples sistemas del cuerpo.
Algunas de las experiencias que compartimos quienes vivimos con esta condición incluyen:
- Hiperalgesia: sensibilidad extrema al dolor. Lo que antes era soportable, ahora es insoportable.
- Alodinia: dolor ante estímulos que normalmente no deberían doler, como una caricia o la ropa sobre la piel.
- Cansancio crónico: no importa cuánto duermas, siempre hay una sensación de agotamiento profundo.
- Rigidez corporal: especialmente al despertar o después de estar en una misma posición por mucho tiempo.
- Niebla mental (fibroniebla): dificultad para concentrarse, recordar palabras o seguir una conversación.
- Trastornos del sueño: problemas para dormir profundamente o despertares frecuentes.
- Trastornos digestivos: hinchazón, estreñimiento o colon irritable.
- Cambios de temperatura y sensibilidad sensorial: frío que duele, calor que agobia, sonidos que molestan, olores que marean.
Vivir con fibromialgia es vivir en un cuerpo impredecible, donde nada es completamente estable.
FIBROMIALGIA
¿Por qué duele tanto?
Lo invisible también duele (aunque no lo entiendan)
A veces, lo más duro no es el dolor en sí, sino el hecho de tener que justificarlo constantemente.
Tener que explicar por qué cancelas una salida, por qué no puedes trabajar ese día, por qué te ves “bien” pero por dentro estás hecha pedazos.
Y es que la fibromialgia es una enfermedad sin rostro. No se nota en una radiografía. No se mide en un laboratorio. No se ve en una tomografía. Pero se siente, profundamente, en cada rincón del cuerpo y del alma.
Este carácter “invisible” hace que muchas personas nos juzguen:
“Pero si te ves bien”
“Seguro estás exagerando”
“Yo también me canso, es normal”
“Eso debe ser estrés”
“Tú antes eras más fuerte”
Todo eso cala hondo. Hace que una empiece a dudar de su propia percepción. Que se guarde el dolor. Que se aísle.
Y ese aislamiento, esa falta de comprensión, también duele.
Con Permiso Para Quejarte
Como Convivir con la Fibromialgia sin Perderte a ti Misma
El cuerpo como territorio de batalla… y de aprendizaje
Quienes convivimos con fibromialgia a diario sabemos que el cuerpo se convierte en un terreno complejo. A veces enemigo, a veces maestro.
Hay días en los que parece que el cuerpo está contra ti.
Y otros en los que, pese a todo, logras sostenerte, levantarte, seguir.
Una de las grandes lecciones que deja esta condición es que aprender a escuchar el cuerpo ya no es opcional: es una cuestión de supervivencia.
Porque el cuerpo habla. Grita. Suplica.
Y cuando por fin empezamos a oírlo con compasión, cuando dejamos de pelearnos con él, algo empieza a transformarse.
No es mágico. No es fácil. No es rápido.
Pero es el comienzo de un nuevo vínculo con nosotras mismas.
Vivir con fibromialgia no es rendirse: es resistir con dignidad
No, no somos débiles.
No somos exageradas.
No estamos locas.
Somos fuertes a nuestra manera.
Fuertes porque seguimos caminando con dolor.
Porque trabajamos, cuidamos, acompañamos y sostenemos a otros incluso cuando no podemos con nosotras mismas.
Porque nos caemos mil veces… y mil veces más nos levantamos.
La fibromialgia no define quiénes somos, pero sí nos cambia.
Nos enseña a soltar la exigencia, a pedir ayuda, a decir que no, a poner límites.
Y también, si se lo permitimos, puede ser un punto de partida para cuidarnos más profundamente que nunca.
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Hoy—y todos los días— merecemos hablar del dolor que no se ve.
Porque aunque no lo entiendan, aunque no lo crean, nuestra experiencia importa.
Y lo invisible también duele.
Completa la frase: La fibromialgia es el dolor que…
Escríbelo en los comentarios.
Vivir con dolor, sin saber qué te va a doler y con qué intensidad. Vivir con cansancio permanente
La fibromialgia te destruye el Alma antes que el cuerpo.
La Fibromialgia es el dolor que me acompaña desde hace tanto que ya olvide como se siente no tener dolor.