Ya no soy la misma, desde que la fibromialgia legó a mi vida, es un hermoso texto que amablemente nos comparte una de mis lectoras: Patricia.
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Si me hubieran dicho hace unos años que todo lo que amaba hacer sería tan difícil o doloroso, no lo habría creído.
Antes, mi vida estaba llena de energía: me gustaba estar activa, hacer ejercicio, salir con amigos, disfrutar de mis hobbies… Pero desde que la fibromialgia llegó a mi vida, muchas de esas cosas han cambiado.
Y lo más duro es aceptar que probablemente nunca vuelva a ser la misma persona que era.
El dolor que nunca se va
Es difícil explicar el tipo de dolor que siento todos los días. No es un dolor que se va con descansar o tomar una pastilla, es un dolor que vive conmigo, que me acompaña a donde vaya.
Un día puede estar en mis brazos, al siguiente en mis piernas, y algunas veces lo siento en todo el cuerpo como si estuviera bajo una nube pesada que no me deja moverme libremente.
Recuerdo cuando me encantaba caminar, salir a pasear con mi perro o hacer una rutina de ejercicio para liberar tensiones. Ahora, incluso una caminata corta puede ser una tortura.
Me pregunto constantemente: ¿Cómo algo tan básico se ha vuelto tan difícil? La respuesta, claro, es la fibromialgia.
La fatiga que me roba las fuerzas
Y no es solo el dolor. La fatiga es otra compañera constante. Es un agotamiento tan profundo que no importa cuánto duerma o descanse, siempre parece estar ahí, drenando toda mi energía.
Hay días en que simplemente levantarme de la cama es un logro. Lo que antes era una lista interminable de tareas por hacer, ahora se reduce a lo más básico: levantarme, comer algo y, si tengo suerte, tal vez hacer una pequeña tarea doméstica.
Con Permiso Para Quejarte
Como Convivir con la Fibromialgia sin Perderte a ti Misma
Antes, disfrutaba de la sensación de tener un día productivo. Ahora, si logro hacer una o dos cosas, lo considero una victoria.
Pero la parte más difícil es lidiar con la frustración de no poder hacer más, de ver cómo mi cuerpo se ha vuelto una barrera para vivir la vida como solía hacerlo.
Las cosas que antes disfrutaba, ahora me cuestan
Recuerdo cuando leer un buen libro era una de mis mayores pasiones. Me encantaba perderme en las historias, concentrarme y dejar volar mi imaginación. Pero ahora, a menudo me encuentro incapaz de concentrarme por mucho tiempo.
Lo que llaman «niebla mental» o fibro fog me golpea cuando menos lo espero, y leer una simple página se vuelve una tarea agotadora.
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Lo mismo pasa con otras actividades que antes disfrutaba, como cocinar para mi familia o salir a tomar un café con amigos.
Me encantaba sentirme útil y activa, pero ahora, solo pensar en el esfuerzo físico que implica cocinar o el dolor que siento cuando estoy sentada demasiado tiempo, me hace dudar si vale la pena intentarlo. Así que, muchas veces, opto por no hacerlo.
Opto por evitar lo que antes me llenaba de alegría porque sé que mi cuerpo no responderá como antes.
Mis relaciones también han cambiado
La fibromialgia no solo afecta lo que hago, también ha cambiado cómo me relaciono con los demás. Mis amigos y mi familia me preguntan: «¿Cómo te sientes hoy?», y aunque agradezco su preocupación, sé que a veces es difícil para ellos entender lo que realmente estoy pasando.
He tenido que cancelar tantos planes a último minuto, y aunque me aseguran que está bien, yo no puedo evitar sentirme culpable por no ser la persona que solía ser.
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Salir con amigos antes era un placer. Podíamos hablar por horas, disfrutar de una comida o simplemente caminar por el parque.
Pero ahora, planear una salida implica pensar en el costo que tendré que pagar después: el dolor, el agotamiento, y la necesidad de días enteros de descanso. Y, al final, muchas veces prefiero quedarme en casa.
Mi trabajo también cambió
Trabajar también se ha vuelto un desafío enorme. Antes, podía pasar horas concentrada en mis tareas, pero ahora, algunos días apenas puedo concentrarme por unos minutos antes de que mi mente se nuble o mi cuerpo simplemente no aguante más.
Me ha obligado a reducir mis horas de trabajo, a dejar de lado proyectos que antes me apasionaban y a aceptar que mi productividad ya no es la misma.
He tenido que aprender a hacer pausas frecuentes, a priorizar solo lo esencial, y a estar bien con el hecho de que, a veces, simplemente no podré hacerlo todo. Y eso no ha sido fácil de aceptar.
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Aceptar lo que soy ahora
No quiero que todo esto suene pesimista, pero es la realidad. Vivir con fibromialgia me ha cambiado. Las cosas que antes me hacían sentir viva ahora parecen más lejanas.
Ya no puedo hacer todo lo que hacía antes, y lo que hago, no siempre lo disfruto de la misma manera.
Sin embargo, lo que he aprendido en este tiempo es que no puedo seguir peleando con mi cuerpo. He tenido que aceptar que ya no soy la misma persona, y aunque eso me ha costado lágrimas y frustración, también me ha enseñado a ser más amable conmigo misma.
Ya no me exijo lo mismo, ya no me castigo por los días en los que no puedo hacer nada. He aprendido a escuchar más a mi cuerpo y a valorar los pequeños momentos en los que me siento bien.
Aprendiendo a disfrutar la vida de otras maneras
Aunque hay muchas cosas que ya no hago o disfruto como antes, también he encontrado nuevas formas de cuidar de mí y de disfrutar la vida, aunque sea de maneras más sencillas.
A veces, algo tan simple como una taza de té, una conversación tranquila o una caminata muy corta me trae una sensación de calma y paz.
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La fibromialgia me ha enseñado que no siempre podemos controlar lo que nos pasa, pero sí podemos controlar cómo lo enfrentamos.
Y aunque me ha quitado muchas cosas, también me ha obligado a replantearme cómo quiero vivir mi vida ahora, con lo que tengo y con lo que soy hoy.
Agradezco enormemente a Patricia por compartirnos un poquito de su vida, por desnudar al mundo lo que es vivir con fibromialgia.
Ahora te pregunto a tí… ¿Ya no eres la misma?
Déjanos conocer tus experiencias. Escríbelas en los comentarios.