no seré la misma por la fibromialgia

Fibromialgia: Ya no seré la misma nunca más

Ya no seré la misma nunca más. Es una afirmación que me ha acompañado desde que la fibromialgia entró en mi vida como un torbellino, cambiándolo todo.


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Al principio, me resistí a aceptar esta nueva realidad, aferrándome a la esperanza de que todo volvería a ser como antes. Pero con el tiempo, comprendí que la única manera de avanzar era abrazar este cambio y aprender a vivir con él.

La fibromialgia llegó sin previo aviso, como un intruso en mi vida que no tenía intenciones de irse. Los síntomas comenzaron gradualmente: dolor crónico, fatiga abrumadora, problemas de sueño y una lista interminable de malestares físicos.

Al principio, traté de ignorarlos, convenciéndome de que se irían por sí solos. Pero no lo hicieron.

Las visitas a médicos se convirtieron en una rutina constante. Recorrí consultorios en busca de respuestas, de un diagnóstico que finalmente explicara por qué mi cuerpo se estaba rebelando contra mí.



Y entonces llegó la noticia: “tienes fibromialgia” dijo el doctor.

Aunque finalmente tenía un nombre para mis síntomas, también me enfrentaba a la realidad de ¿Cómo vivir con una enfermedad que no tiene cura?

El proceso de aceptación fue lento y doloroso. Me costó aceptar que ya no sería la misma persona que solía ser. Las actividades que antes disfrutaba se volvieron difíciles o imposibles de realizar.

Las metas que había establecido se desvanecieron en el horizonte, y me sentí atrapada en un cuerpo que parecía traicionarme.

Pero en medio de la oscuridad, comencé a encontrar destellos de luz. Descubrí que la fibromialgia no podía robarme mi esencia, mi determinación ni mi espíritu.

A medida que me adaptaba a mis nuevas limitaciones, también descubría nuevas fortalezas dentro de mí.

Aprendí a valorar las pequeñas victorias: levantarme de la cama por la mañana, completar tareas diarias, disfrutar de momentos de paz. Aprendí a ser amable conmigo misma, a escuchar a mi cuerpo y a cuidarlo de la mejor manera posible.

La fibromialgia me enseñó la importancia de la paciencia, tanto conmigo misma como con los demás. A veces, tuve que cancelar planes o adaptarlos a mis necesidades cambiantes, y aprendí que está bien hacerlo.

Mi círculo cercano también tuvo que adaptarse y aprender a comprender lo que estaba experimentando.

A medida que aceptaba mi nueva realidad, también descubría nuevas formas de disfrutar la vida. Aprendí a encontrar la belleza en la simplicidad, a valorar los momentos de tranquilidad y a rodearme de lo que me hacía feliz.

La fibromialgia me enseñó a vivir el presente y a apreciar cada día como un regalo.

Sé que ya no seré la misma nunca más en el sentido de que mi vida ha cambiado de manera irreversible. Pero también sé que eso está bien.


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La fibromialgia me ha transformado en una persona más compasiva, resiliente y agradecida. Me ha enseñado que la verdadera fuerza no se encuentra en la ausencia de dolor, sino en la capacidad de seguir adelante a pesar de él.

Mi camino con la fibromialgia puede ser desafiante, pero también es único y valioso. Me ha llevado a conocer a personas increíbles que comparten esta lucha, y juntos encontramos apoyo y comprensión.

Cada día es un recordatorio de mi fortaleza y mi capacidad para adaptarme a las circunstancias.

Así que sí, ya no seré la misma nunca más, pero eso no me define.

Lo que me define es mi capacidad para enfrentar cada día con valentía, gratitud y la certeza de que, a pesar de los desafíos, sigo siendo yo misma, solo una versión más fuerte y resiliente de quien solía ser.

Ahora te pregunto a tí … ¿Cuándo te diste cuenta que ya no serás la misma nunca más?

Déjanos conocer tus experiencias. Escríbelas en los comentarios.

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